lunes, 21 de octubre de 2013

Hermano Mayor

Veo horrorizado el programa de cuatro “Hermano mayor”, y digo horrorizado no por el programa en si, que me parece impecablemente realizado, tanto como producto televisivo como también como experimento sociológico. Horrorizado por los jóvenes que allí aparecen, donde todos ellos tienen un comportamiento similar: maltratan a sus familias y seres allegados tanto física como verbalmente, se comportan de manera muy agresiva con otras personas o con el mobiliario de sus propias casas, en un estado de nerviosismo e ira brutal, la mayoría de las veces fruto del consumo de manera habitual de alcohol o drogas. Son jóvenes que ni estudian, ni trabajan (ejemplos de la generación nini), viven en casa de sus padres y les exigen constantemente dinero, ya sea para ropa, salir de fiesta u otros vicios. Y viendo este programa yo me pregunto qué es lo que ha llevado a estos jóvenes a estar así, porque siempre según sus allegados y en todos los casos, son muy buenos chicos y eran un encanto y muy buenos niños, porque digo yo, que estos jóvenes no se acostaron un día siendo unos angelitos, buenos estudiantes y miembros ejemplares de la sociedad y se despertaron al día siguiente golpeando los muebles y a los miembros de su familia y soltando por la boca todo tipo de improperios. Imagino que tiene que haber habido un periodo de degeneración de la vida familiar, un periodo largo que conlleva a esa causa efecto que ha transformado a esos jóvenes en auténticos monstruos, yo creo que el problema de base es esa política paternal muy utilizada en la cual los padres solo ejercen como tal sino más bien como amigos de sus hijos, y esto rara vez funciona; los jóvenes que están en la edad de formarse, sobre todo como personas, no necesitan en sus casas a colegas con los que compartir tiempo y secretos, sino una figura paternal a la que respetar y admirar. Tampoco considero a esos padres como responsables de esa situación, ellos son fruto de su generación, una generación que tuvo que soportar una educación llena de represarías y una disciplina donde los castigos corporales eran algo habitual, y se prometieron que eso nunca ocurriría con sus hijos, pasando de “nada está permitido” a “todo vale” Cuando se baja a los padres del pedestal de donde inicialmente todos tenemos a nuestros padres es muy difícil volver a subirlos, la figura del padre siempre ha de ser, a mi parecer, un referente en todas las facetas, alguien a quien recurrir y que nunca te abandonara y que te hará ver el mejor camino. Cuando los padres ya no ven ninguna solución, en alguno casos ha habido denuncias, ordenes de alejamientos, internación en centros de menores,…, acuden al programa, donde por medio de una catarís colectiva los espectadores pueden ver el regreso del hijo prodigo, en forma de promesa de cambiar y volver a ser el de antes. Por ello pienso que es mejor ser padre que “ser colega” de tus hijos.

jueves, 10 de octubre de 2013

OPEN MIND LITERARIA

Debo reconocer que tengo prejuicios, no solo prejuzgue sino que condene al ostracismo literario total a Maxin Huerta sin haber leído nada suyo, he de reconocer que el cambio que dio el periodista de presentador del telediario del mediodía de tele5 a chico Ana Rosa, con momentazos muy Boris Izaguirre comentado noticias del mundo del colorín y realitys varios de la cadena, me choco y no me convenció del todo. El primer libro que leí de él fue “El susurro de la caracola”, una mujer que guarda un anhelo, un secreto muy bien tratado y con un final sorprendente, que me dejo intrigado y con mucha curiosidad sobre este escritor, con ganas de más y empezando a cuestionarme mi opinión. Después me hice con la primera obra que escribió “Que sea la última vez…”, una novela muy petarda (y que conste que no digo esto como descalificativo sino todo lo contrario) y divertida sobre una diva de la televisión (que recordaba mucho a algunas con las que ha trabajado y trabaja Maxim) que recibe un homenaje a toda su carrera, sintiéndose mayor de repente y siendo un revulsivo en toda su vida, todo ello con muchísima y finísima ironía, y empecé a convencerme de mi error. Y justo cuando terminé de leerla llegó “Una tienda en París”, una mujer que decide dar carpetazo a una apática vida y cumplir su sueño a la vez que va descubriendo una increíble vida paralela a la suya, escrito con mimo al detalle, a la descripción tanto de personajes como de lugares y momentos, y caí en la convicción de que estaba ante un escritor y no sólo ante un colaborador televisivo. Sigo conservando mi curiosidad y mis ganas de más, Maxim ha anunciado que está manos a la obra con su cuarta novela y yo la compraré y la leeré. Y si de sabios es reconocer cuando te equivocas, yo lo hago, prejuzgué y erré. Totalmente recomendables son sus tres libros, libros que son además, como los hijos, cada uno totalmente diferente al otro, tres historias que no tienen nada que ver entre ellas, que se leen con interés. Creo por lo tanto que es recomendable hacer un open mind y juzgar al escritor por lo escrito y al presentador por lo presentado, yo prometo, que así lo hare a partir de ahora.