miércoles, 12 de febrero de 2014

Y AL FINAL... LLEGÓ

Como todo lo bueno, se hizo esperar y cuando al final ya creíamos que nunca llegaría y que lo tendríamos que sumar al gran número de injusticias sin remisión posible... llegó y fue absolutamente apoteósico . Estoy hablando del merecidísimo Goya de la gran, grandísima Terele Páves. Se lo han concedido gracias a una divertida película de su gran valedor en esta etapa de su carrera, el genial Alex de la Iglesia, y sus Las brujas de Zugarramurdi, que si no la habéis visto os la recomiendo encarecidamente, con un brillante plantel y una historia donde no dejarás de reír desde que te sientas hasta que se termina y , como siempre en las películas de Alex, perfectamente ejecutada desde el punto de vista artístico. Pero volvamos a Terele, mujer de impresionante físico, cascada voz ronca, rotunda presencia, todo ello envoltorio de una sensibilidad que se desborda cuando es necesario y que te llega y te toca en lo más profundo del alma, como sólo las grandes lo saben hacer, y sin duda ella es una de las grandes de ese país, tan desagradecido con sus mitos y tan poco dado a idealizar a nadie, más bien todo lo contrario, nos cuesta tanto reconocer méritos ajenos y somos tan dados a ningunear méritos, pero ella es grande, inmensa, del gran círculo de dioses del séptimo arte comparable a genios como la Magagnini , desgarradoras ambas, ajadas pero bellas en credibilidad y talento. Desde luego lo mejor de esta (soporífera) gala fue el momento en el que ella subió al escenario , a recoger (por fin) su premio, emocionada y espontanea agradeció a sus compañeros de profesión, de la que ella siempre quiso formar parte y donde llevaba ya sesenta años trabajando, " de vez en cuando... pero trabajando", en un mundo difícil sobre todo para una mujer nada convencional y absolutamente libre. Mucho antes, a mi humilde parecer, debería haber llegado este reconocimiento, quizás aquel año que con su brillante papel de la Celestina ni siquiera la nominaron, o tantas otras veces donde presto su rotundo ser a papeles desgarrados, inolvidable su Regula de Los santos inocentes, hoja de ruta para todo aquel que quiera ser actor, o al menos para aquel que quiera ser un buen actor, porque la brillantez de la que gozan unos pocos, como Terele, es sólo un regalo de los dioses. La contundencia de la Pávez me retrotrae hasta otra presencia cautivadora e inquietante a la vez como era Lola Gaos, son mujeres ambas que atraen la mirada en cuanto aparecen en pantalla, antes incluso de que digan su primera palabra, la mayoría de las veces ni siquiera haría falta que hablasen para acaparar toda la atención, ellas poseen ese don. En unas declaraciones a Jesús del pozo decía que le dedicaba el premio a su hijo porque le ha salvado la vida, en nombre de todos los amantes del cine: Gracias Carolo.

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