lunes, 10 de noviembre de 2014

DEVORADOS

Viendo los telediarios y los espacios de tertulia de actualidad, cada vez más abundantes por cierto, me viene a la mente una magistral pintura de Goya: "Saturno devorando a su hijo", perteneciente a las llamadas "pinturas negras" , donde inmediatamente nos alude a Chronos, el dios mitológico griego que por miedo a que sus hijos le hicieran lo mismo que él hizo a su padre Urano (lo castró) se los comía. Viendo la pintura que representa a un Saturno ya muy mayor, con el paso de los años marcados en su rostro, su cabello largo , blanco y desaliñado y en sus carnes flacidas que devora con ansia el cuerpo mutilado de su hijo es inevitable que lo asocie a la actualidad donde el dios sería este sistema ya viejo y desaliñado que en un intento de mantenerse vivo y hegemónico devora a sus propios vástagos en un acto de absoluto desprecio y egoísmo. Sus vástagos serían todos los expulsados del sistema, aquellas personas que están sin trabajo, que hace unos años jamás pensarían que ahora se encontrarían así, o que teniéndolo no pueden hacer frente al día día, llegando a la triste realidad actual de la que cada vez más personas son participes: trabajan para seguir siendo pobres. En este país donde cada día nos levantamos con nuevos casos de corrupción, protagonizados por políticos de cualquier índole, folclóricas, hijas y hermanas de reyes,... es inevitable pensar que el sistema, o mejor dicho las personas que estaban más altas en su jerarquía y que supuestamente eran elegidas para guiarlo, llevadas por un inmenso egoísmo y con un sentimiento de impunidad total, son las mismas que devoran a "sus hijos", es decir a las personas que realmente hacen que el sistema funcione, a los trabajadores. Los devoran, los destrozan y arrojan a un lado los restos, a la espera de la próxima víctima, en una rueda sin fin, de un hambre sin fin, un hambre, que como en el caso del mito, es el hambre y la necesidad de supervivencia a toda costa, de aferrarse a una posición, a una realidad que se quiere y se necesita inmutable. Cualquier cambio o alteración podría significar su propia muerte y desaparición. Podríamos verlo también en esa costumbre política tan española de escurrir el bulto y nunca dimitir aunque el caso de corrupción en el que se vean envueltos sea absolutamente público y escandaloso, todo debe permanecer igual, nada debe cambiar, para poder seguir en ese proceso devorador sin fin.

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