viernes, 24 de mayo de 2013

RARA AVIS

Como eurofan acérrimo que me considero me dio terror una reflexión que me hizo un querido amigo mientras veíamos el último festival en su casa, y es que, me decía, cada vez hay más productos de márketing hechos por y para ganar el festival, canciones que basan todo su potencial en una puesta en escena más o menos novedosa, fuegos de artificios varios, acróbatas, bailares y demás elementos sobre el escenario, en vez de en la voz y en el saber hacer del artista en esa compleja tarea de hacer llegar, más que algo bello a los ojos algo hermoso al alma, menos mal que aún quedan algunas raras avis en este nuestro Festival de la Canción de la Eurovisión como el mágico representante de este año de Italia, el país transalpino siempre enamora, convence a propios y extraños y atrapa al entendido en el sutil mundo hedonista. Y aún recuerdo aquel ayer, como nos decía Julio Iglesias, donde la voz y el talento lo eran todo, sin acrobacias, bailes y demás, recuerdo artistas que inundaban los escenarios con su solo presencia, y tampoco hace falta retrotraerse hasta la edad del hierro para hacerlo, por ejemplo en el 94, para mí uno de los mejores años del ESC, nos deleitó con su presencia estática en el escenario de Dublín una magnífica Edita Gorniak con su “to nie ja” que ella supo trasmitir y llevar el in crescendo hasta llenar no solo el escenario sino todo el teatro sólo son el poder de su garganta y sus ojos rasgados fijos en la cámara, o aquella rotunda Doris Dragovich en Jerusalem´99 con “María Magdalena” sólo daba cuatro pasos en toda la canción y sólo contaba con una solo corista en la lejanía, pero hasta parecía que ésta estaba de más, que faltaba espacio para la artista croata que desbordaba voz y poderío escénico en casa segundo de la actuación. España también ha tenido alguno de estos momentos brillantes, me gustaría destacar cuatro en especial (sin duda habrá muchos más), el primero sería una de las actuaciones, para mí más especiales que ha habido en eurovisión nunca que fue la de Nina en el 89 con “Nacida para amar”, compuesta y dirigida por el gran maestro Juan Carlos Calderón, desde el primer segundo fue una actuación que transmitía puro sentimiento, se podía ver en sus ojos y hasta en el último de los poros de su piel, ella estuvo estática con un primer plano de su bellísimo rostro casi todo el tiempo, no fue necesario más, con sólo eso nos llevó a un viaje alucinante a través de las emociones de la protagonista de la canción: amor, fuerza, esperanza, desaliento,… todo, todo en ella y a través de ella sin nada más, con razón al final de la canción los maestros de la orquesta (ayyyy mi añorada orquesta) la aplaudieron. Bravo Nina. La segunda seria Anabel Conde en el 95 con “Vuelve conmigo”, quién diría que esta mujer era novel aquella noche en Dublín, con su enorme talento nos llevó una súplica de perdón y esperanza de regreso del amor perdido y cual actriz dramática clásica interpretó la desesperación ante el abandono, la soledad y la necesidad, sencillamente brillante, justa ganadora de ese año. La tercera sería mi admiradísima Paloma San Basilio en el 85 con “La fiesta terminó”, qué se puede decir de Paloma que no se haya dicho ya, simplemente que es un pedazo de artista como pocas, que sabe hacerte sentir lo que quiera, la fuerza del que abandona pero con cierto desasosiego o el listín telefónico si se pone. Una de las grandes injusticias en el esc. Para terminar me gustaría hacerlo con la mujer que ha hecho que vuelva a creer y sentir el festival como hacía años que no sentía, después de muchos años de representaciones horrendas a TVE se le ilumino alguna lucecita y se le ocurrió enviar a Pastora Soler el año pasado, pocas veces sobre el escenario se ha visto una actuación más sentida, tanto que al acabar su magistral lección de talento la artista acabo rota en un mar de lágrimas, lógico desconsuelo de alguien que lo ha dado todo a nivel emocional y se ha quedado vacía, y es que es así como tienen que terminar los artistas de verdad, vacíos de emociones porque todo lo han dado a su público y no de aire por haber corrido por todo el escenario en coreografías artificiosas. Espero un mundo nuevo, como la divina Karina, donde vuelvan los artistas con sentimiento y haya cada vez menos productos de marketing ausentes de toda emoción real.

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